- Cerca de una
cuarta parte de los jóvenes afirma que en algún momento ha hecho un mal uso de
las TIC cuando las ha usado para molestar a compañeros de clase o se ha
apropiado de información personal. Uno de cada 10 ha suplantado la identidad de
terceros o ha ofendido a otros con comentarios y/o imágenes.
- Desde un punto
de vista estrictamente académico, un 13% afirma que su rendimiento ha
disminuido debido a las TIC, el 19.1% cree que les hacen estar más distraídos
en el aula, y casi la mitad reconoce que su uso le hace perder tiempo que
podrían destinar a propósitos académicos.
- En el ámbito
social, el 24.1% de los adolescentes afirma haber reducido bastante o mucho el
tiempo dedicado a otras actividades que no requieren el uso de dispositivos tecnológicos,
siendo un 13.3% los que dicen haber disminuido las salidas culturales, un 10.4%
los que reconocen haber reducido el tiempo que pasan presencialmente con los
amigos y un 27,2% los que confiesan que pasan bastante o mucho tiempos a solas
desde que tienen acceso a dispositivos tecnológicos.
Aunque no se
observa un mal uso o abuso generalizado de las TIC, los adolescentes
constituyen un grupo de población en el que su uso extensivo tiene un elevado
riesgo de desencadenar usos problemáticos. Padres, educadores y otros agentes
educativos se tienen que corresponsabilizar de la tarea de informar, formar y
entrenar a los jóvenes en la autorregulación del uso de las TIC.
Más que prohibir
su uso, hay que apostar por un discurso preventivo-formativo. Con este
propósito, el Equipo de Desarrollo Organizacional (EDO) pone a disposición de
los miembros de la comunidad educativa el documento «Usos y abusos de las TIC
en adolescentes. Decálogo para centros educativos, familias y jóvenes». El
documento ofrece orientaciones y pautas específicas para educadores, jóvenes y
familias, además de datos e informaciones que ilustran y justifican la
importancia de los aspectos que se abordan.
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